jueves, 17 de febrero de 2011

La niñez

Siempre se ha creído o se ha sabido que los más pequeños anhelaban ser mayores, llegar a la edad adulta y así poder hacer lo que más se les antojaba, para poder ser mamás y papás, trabajar y comprarse todas las chuches que quisieran. Ese era el sueño de cualquier niño, pero no el mío.
                Yo siempre he creído que ser pequeña era una ventaja; con un parpadeo convencía con mis grandes ojos que me quitaran el castigo (quizás mis padres fueran débiles a tal mirada mía), me pasaba el día jugando y además los periodos que más recuerdos de mi tierna infancia es la de los veranos con ese olor característico a algo que aun no sé muy bien lo que es, pero cada vez que vuelvo a olerlo recuerdo estar en el “parral” del “maset” con mis chuchos tirada en el suelo y con mi bici en los pies.
                Fui lo que se llama una trasto, me encantaba no parar, estar de aquí para allá y si me caía no pasaba nada y con la rodilla ensangrentada intentaba de nuevo tirarme de nuevo con la bicicleta por las escaleras o por la pendiente de tierra y rocas. Era un “bicho” y me encanta haber sido tan feliz con mis pelotas de futbol, con mis bicicletas y mis perros.
                Nunca olvidaré tampoco la gente que allá estaba, mis padres, mi tío, mis abuelos, mis tíos, mis primas una que otra vecina. Era todo genial. En verano mis primas se quedaban conmigo y jugábamos a las barbies, o nos bañábamos a la piscina (si a eso se le consideraba piscina), y jugábamos con los tétricos y ruidosos columpios y gigante tobogán que tenía entre pinos. Me encantaba ese hogar, me encantaba esa época. Me encantaba estar en casa y reírme con las tonterías de mi padre, el cual tenía apenas 24 años, todo un jovencito.


                Desgraciadamente no nos quedamos con la edad de 4 años. A los tres días de cumplir los 5, mi madre me dio un gran regalo de cumpleaños, mi hermano, con el que a medida que se hacía mayor y yo con él, nuestras peleas y nuestros más y menos aumentaban pero aun así teníamos que soportarnos y jugar juntos para no aburrirnos.
                A los 6 años me tuve que ir de “La Senia”, el único lugar donde yo había vivido durante toda mi vida y nunca más volveré aquella época.

                Quince años han pasado desde aquellos memorables y maravillosos días en los que era tan feliz, pasando por una pubertad un tanto extraña y reclutada en casa, y llegando a una pre-madurez un poco especial.

                Siempre, y sigo siempre, he echado de menos esos maravillosos días en los que con una bici, mis perros y hasta con una piedra y una hoja era la niña más feliz del mundo, épocas en las que me iba a las alquerías con sus maravillosas flores, con su agradable olor a azahar, con sus miles de rosas… 15 años después es un desierto. He echado de menos aquellos días en las que te enfadabas con tus “amigos” con un “no te ajunto” y a los 5 minutos ya estábamos jugando a pilla-pilla, he echado de menos el tiempo en que los novios eran un pico y ya está.
Hasta hace menos dos años lloraba por ello, lloraba porque añoraba esa feliz época, varias personas se habían encargado dañarme, comenzaba a crecer y dejar para siempre la niñez. Veía que los problemas no se solucionaba con un simple besito en la mejilla, sino con discusiones y según con que personas con dejarse de hablar y con venganzas estúpidas, y aunque estas cosas últimas cosas aún suceden, por desgracia, hoy en día ya no anhelo volver a ser una niña, ahora soy feliz como soy.

                Aceptar que uno crece, aceptar que cada día hay más responsabilidades en las espaldas de uno, aceptar que hay personas que desaparecerán de tu vida y muchas más de nuevas que aparecerán o quién sabe reaparecerán, personas que permanecerán a tu lado, y una persona a la que amar. Pero, ¿qué es lo que me ha hecho cambiar de opinión? Supongo que serán varios los factores, la universidad, nuevos grandes amigos, encontrar el amor en Dani, cosas insignificantes de la vida que ni yo me doy cuenta. En definitiva, miles de cosas que me han hecho darme cuenta de las cosas… ¿esto quiere decir que he madurado? Sí, creo que soy mucho más madura que hace 2 años atrás, pero también sé que me queda mucho por crecer aún y aunque en un pasado fui una niña feliz sé que puedo ser una mujer feliz y con mi trabajo comprarme muchas chuches.




Pd: Por muy mal que vayan las cosas siempre irá todo a mejor! J

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